La puerta de la calle se abrió de golpe y entró Jace seguido de Alec, que llevaba una caja blanca.
Magnus se quitó apresuradamente la toalla de la cabeza y la dejo caer detrás del sillón. Sin el gel y sin la purpurina, el cabello era oscuro y lacio, y le quedaba por encima de los hombros.
Los ojos de Clary se dirigieron inmediatamente a Jace, como siempre hacían; no podía evitarlo, pero al menos nadie mas pareció advertirlo.
Jace parecía tenso, rígido y distante, pero también agotado, con círculos grises alrededor de los ojos. La mirada de Jace pasó sobre ella inexpresiva y se posó en Maia, que seguía llorando en silencio y no parecía haberles oído entrar.
—Todo el mundo está de muy buen humor, por lo que veo —comentó— ¿Manteniendo la moral alta?
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