Maia se quedó boquiabierta.
El cazador de sombras estaba sobre la barra, con los pies bien separados.
Realmente parecía un ángel vengador disponiendose a impartir justicia divina desde lo alto, como se suponía que tenían que hacer los cazadores de sombras.
Entonces alargó una mano y cerró los dedos, rápidamente, en un gesto que ella conocía desde el patio del colegio como "Ven y cógeme", y la manada se abalanzó sobre él.
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